«Los políticos como agentes de cambio» La Crónica de Hoy

En el último panel de la Semana de Seguridad Social, realizada en el Senado de la República del 25 al 29 de abril, el moderador Humberto Hernández Haddad mencionó un libro que ligó con el tema económico de las pensiones.

Me interesó vivamente, anoté la referencia y me hice de la obra Por qué fracasan los países. Los orígenes del poder, la prosperidad y la pobreza, de la autoría de dos académicos: uno, Daron Acemoglu, profesor de economía del prestigiado MIT, y el otro, James A. Robinson, de la Universidad de Harvard; o sea, estudiosos de los que tienen tanto crédito entre la tecnocracia mexicana.

Ese mediodía, en la clausura del evento, el ex senador Hernández Haddad mencionó a partir del libro una parte que contrastaba las diferencias entre Nogales, México, y Nogales, en Estados Unidos. Me quedó la inquietud y lo que comprendí al leer el capítulo es lo que comparto con ustedes.

Los autores explican por qué en dos ciudades que comparten la misma geografía y sólo están divididas por una alambrada las cosas son tan distintas, comenzando por la tasa de ingreso: En Nogales, Arizona, es de 30 mil dólares anuales por habitante, y en Nogales, Sonora, es de una tercera parte.

Para hacer más clara la lectura de este breve artículo, cito la conclusión a la que llegan los autores:

“Los incentivos creados por las distintas instituciones de las dos Nogales y los países en los que están situadas son la razón principal que explica las diferencias en prosperidad económica a ambos lados de la frontera”.

Me detengo en un concepto: las instituciones, ¿cuáles?, por ejemplo, la seguridad.

Dice el estudio: “Los habitantes de Nogales (Arizona) pueden realizar sus actividades diarias sin temer por su vida ni su seguridad y no tienen un miedo constante al robo, la expropiación u otras cosas que podrían poner en peligro las inversiones en sus negocios y sus casas. Igualmente importante es que los residentes de Nogales (Arizona) dan por sentado que, a pesar de su ineficiencia y corrupción esporádica, el gobierno es su agente”.

Éste es el punto que en lo personal me tocó en mi calidad de senador por mi estado, representando a una porción del México del sureste, Tabasco: que la clase política —repito, los políticos— tenemos el deber de ser agentes del cambio, gentes al servicio de la comunidad y, como promotores del cambio nombrados por la mayoría, tenemos el deber ineludible de crear instituciones de calidad y de mejorar las ya existentes.

En la calidad y el respeto que otorguemos a las instituciones es donde está la esencia de la calidad de la política; si actuamos con deshonestidad y desaseo, las instituciones no tienen fuerza y son sólo entes creadores de burocracia, elefantes blancos que en lugar de ayudar, estorban y reproducen vicios.

Bien, parece sencillo comprender y aplicar el tema de las instituciones. ¿Por qué las mexicanas lo son de un modo y las norteamericanas de otro? Los autores nos explican y desglosan con fechas, datos y personajes históricos el asunto del origen de ambos países y cómo pertenecemos a tradiciones culturales distintas en las que se entiende el poder, la política y la sociedad de maneras distintas y hasta opuestas.

Se estudia la colonización de los territorios de América del Norte y México. En la parte empresarial y moderna, hacen una comparación interesante entre Bill Gates y Carlos Slim sobre las regulaciones que los gobiernos imponen a ambos.

En la parte final del análisis, Acemoglu y Robinson concluyen: los países que acatan o siguen en mayor medida su ley general, su Constitución, y se rigen por un mayor estado de derecho, tienen mejor sistema político, mayor nivel de vida y estabilidad política.

Como miembro de un cuerpo colegiado como lo es el Senado de la República, me pregunto si en el tema de la economía —con nuestra moneda resistiendo apenas ante el vaivén de las elecciones presidenciales en los EU— y en el modelo político y social en que México está inscrito y que no termina de despegar, ¿los políticos tenemos que pasar de la retórica y las palabras, a ser los agentes del cambio?, ¿o alguien llenará ese vacío de gestión?

 

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Senador del PRD por Tabasco

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